Llegas a casa con un hambre incontrolable, a penas has parado en toda la mañana para tomar algo. Y para colmo, tienes el tiempo justo para comer cualquier cosa y ponerte de nuevo en marcha. Por suerte, al abrir el frigorífico, te encuentras dos tuppers, uno a rebosar de macarrones al horno con sus hortalizas y otro la mitad de tamaño con legumbres y arroz del que ya comiste hace dos dias. Te decantas por la pasta, porque te gusta más y porque piensas que al ser más cantidad te saciará más. Pero a las dos horas, en mitad de la faena de la tarde, te arrepientes de tu decisión. Sientes hambre de nuevo, y ,por si fuera poco, parece que la energía necesaria para terminar el día no lo has recuperado. ¡Y menudo plato te has zampado! Entonces recuerdas hace dos días, aquel platito de lentejas con judías y arroz, y verduras de todo tipo. ¡Que bien te encontrabas aquella tarde! Te das cuenta de que poquito pero más completo es mejor que mucho y sencillo. Y lo ves todo con más claridad.

Autor/a: inma

Después de más de 15 años como profesional de la nutrición, ayudando en el cambio de la alimentación de tantas personas que buscan solucionar sus problemas de salud, comprendí que las dietas no son el camino, sino un torbellino en el que los problemas se esconden durante un tiempo para volver a aflorar. En mi propia piel comencé a vivir está situación hace ya muchos años cuando tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: escuchar a mi cuerpo. Entonces las molestias digestivas eran constantes y mi primer paso por intuición (aún no tenía conocimientos de nutrición) fue eliminar de mi alimentación la leche de vaca. Mis problemas intestinales me dieron un respiro considerable. A partir de ese momento y guiada por los mensajes que mi organismo me estaba enviando, inicié un camino que me ha llevado al día de hoy a eliminar por completo todo alimento de origen animal. El bienestar físico y emocional que alcanzas cuando liberas a tu cuerpo de las toxinas acumuladas en cada uno de los alimentos manipulados y procesados que llegas a consumir al cabo de toda tu vida no tiene precio. Mejora tu piel, tu estado de ánimo, tu energía y te empiezas a querer más, a cuidar más, porque tu única casa es tu cuerpo y es lo mínimo que merece, tu respeto.

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