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¡La vida es dulce!

Decides cuidar tu alimentación, quizás cogiste peso, quizás el azúcar o el colesterol no están en su mejor momento. Pero sabes que eres débil, que necesitas un dulce de vez en cuando, y que no puedes evitar caer en la tentación. O quizás no, porque los medios informativos, la publicidad (que te engaña continuamente) y la industria alimentaria te han hecho creer que es así, y no concibes que la naturaleza ya es dulce. No necesitas ingerir azúcar que alguien ha extraido de una planta para que tu la engullas como si no hubiera un mañana, destruyendo tu metabolismo en cuestión de días. Al igual que te hicieron creer que la leche de vaca era un alimento esencial («para ti está la vaca en este mundo»), te hicieron creer que tienes que agregar azúcar a todo, sí a todo, porque sin azúcar no tienes energía y parece ser que si no deborar cucharadas de azúcar, de esa que te venden en bolsas de kg , no eres feliz. Pero nada más lejos de la realidad, los azúcares sencillos que tu metabolismo recibe de buena manera, y que crees necesitar, no los fabrica nadie por tí, están en los dátiles, en los plátanos o en las frutas desecadas. Saca partido de ello, elabora tus platos dulces de la forma más saludable y recuerda: ¡La vida en sí ya es dulce!

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Cantidad versus calidad

Llegas a casa con un hambre incontrolable, a penas has parado en toda la mañana para tomar algo. Y para colmo, tienes el tiempo justo para comer cualquier cosa y ponerte de nuevo en marcha. Por suerte, al abrir el frigorífico, te encuentras dos tuppers, uno a rebosar de macarrones al horno con sus hortalizas y otro la mitad de tamaño con legumbres y arroz del que ya comiste hace dos dias. Te decantas por la pasta, porque te gusta más y porque piensas que al ser más cantidad te saciará más. Pero a las dos horas, en mitad de la faena de la tarde, te arrepientes de tu decisión. Sientes hambre de nuevo, y ,por si fuera poco, parece que la energía necesaria para terminar el día no lo has recuperado. ¡Y menudo plato te has zampado! Entonces recuerdas hace dos días, aquel platito de lentejas con judías y arroz, y verduras de todo tipo. ¡Que bien te encontrabas aquella tarde! Te das cuenta de que poquito pero más completo es mejor que mucho y sencillo. Y lo ves todo con más claridad.

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